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Un secreto que guardar

NAVEGANDO

A veces es muy gratificante navegar entre los blogs de la gente que hay por aquí. En ocasiones, es como pasear por entre sus pensamientos y sentimientos más ocultos, que no contarían a nadie cercano pero que en cambio les es más fácil explicarlo al jugar con las letras de su teclado del ordenador. Puedo decir que yo soy una de ellas, lo confieso. Puede que en algún momento me sienta feliz o muy triste y no sepa explicarlo con palabras, pero con un lápiz en la mano me libero, soy capaz de dar rienda suelta a mis pensamientos sin miedo al qué dirán o al qué pensarán. En ese momento estoy yo sola frente a mí misma. Es una sensación extraña, pero al terminar me siento como si hubiera estado contándole a alguien todo lo que me pasa por la cabeza, hasta los pensamientos más locos y ese alguien supiera comprenderme sin mostrar un atisbo de incredulidad o pesadez.
Bueno, con todo esto me refiero a esas páginas que sin pretenderlo te metes y descubres a un o una gran escritor/a que, alo mejor, con una simple palabra te atrapan y necesitas seguir leyendo.
Pues el otro día me pasó algo parecido. Surcando las páginas que conozco pinché por error en un link que me transportó a una página desconocida para mí. Al principio he de reconocer que simplemente cerré, pero luego me arrepentí y volví a entrar. Me cautivó la forma que tuvo esa persona para expresar la dulzura de un beso...todo lo que en él se vuelca y es eso lo que hoy quería contaros...

un beso
Aquel banco era un hermoso lugar para darse un beso, largo y lento. Esos besos en los que los labios primero tantean la propiedad privada, pidiendo permiso. Bordean los límites con delicadeza, secos y tiernos, haciendo crujir el muérdago que cuelga de los ojos. A veces se atreven a mirar directamente por la verja, para esconderse de nuevo. Y de pronto, en esa pereza, las puertas se abren dejándonos ver el camino, nuevo cada vez, invitándonos. Y la lengua se atreve a dar unos pasos, pero retrocede, haciéndose querer. Y la otra le sale al encuentro y la empuja con suavidad. Deciden tantearse en el terreno neutral del aire hasta que los terrenos se hacen latifundios de carne y de saliva, rodeados de la cerca de los labios. Y el amor es una fiesta de invitados ciegos que se mueven tanteando las ramas, la grava, y los cielos del paladar.

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